Entre críticas y supuestos, el presidente Gabriel Boric se encuentra en nuestra región por primera vez tras la fallida visita de la ex ministra del interior Izkia Siches a principio de gobierno. Como ya es costumbre, toda la ciudadanía está expectante ante cualquier polémica o eventualidad, ya que es bien sabido que las visitas de los presidentes a la región siempre dan qué hablar.
Desde que el presidente asumió su mandato en Marzo de este año es que se espera su visita a La Araucanía para dilucidar cómo manejará su gobierno la histórica disputa de la fragmentada región fronteriza. Para esta ocasión, a grandes rasgos, su misión es gestionar en terreno las diversas problemáticas que aquejan al territorio en cuanto a seguridad, pobreza, incertidumbre agroalimentaria y programas sociales.
La visita se hizo esperar con alta expectativa por parte de la comunidad regional, ya que el último arribo del gobierno por parte de la ex Ministra del Interior Izkia Siches dejó mucho que desear. El entusiasmo y voluntad al diálogo de la entonces ministra fue recibido con desaprobación por la comunidad Temucuiui, quienes no estaban conformes con las propuestas del gobierno y, frente a ello, desataron su descontento violentamente, casi expulsando a la ministra del territorio mientras exigían soluciones inmediatas. Este hecho significó la primera crisis del gobierno y culmino con la renuncia de Izkia Siches al cargo.
En este contexto, con un alto indice de delincuencia y pobreza, crisis de seguridad y dudosa credibilidad gubernamental, se recibe al mandatario en La Araucanía. Pero, pese a las criticas que arrastra su visita, este no es un caso único, pues todo gobierno que le ha tocado cruzar la frontera, sobre todo durante los últimos cuatro mandatos, siempre cumple en dar material para la prensa.
Los gobiernos antecesores de Sebastián Piñera y Michelle Bachelet, como en la cueca, se dieron unas vueltas en ocho durante sus dos períodos de gobierno. Comenzó Bachelet y le siguió Piñera intercaladamente desde el año 2006 hasta 2022, ambos con convicciones muy distintas en cuanto a objetivos gubernamentales.
Durante su primer período, Michelle Bachelet sostuvo una relación bastante ambigüa con la región. Bajo su gestión, se ratificó el Convenio 169 de la OIT, se instauro el Comisionado Presidencial para Asuntos Indígenas y el Consejo de Pueblos Indígenas, pero dichas resoluciones respondían a necesidades nacionales de reconocimiento indígena, nada en particular con la región. Trágicamente, debido a la dura represión de Carabineros dentro de comunidades mapuche, se lamentaron los decesos de dos comuneros asesinados (Matías Catrileo, 3 de enero de 2008, y Jaime Mendoza Collío, 12 de agosto de 2009), situaciones a las que, lógicamente, la ciudadanía y el pueblo mapuche principalmente respondió con violentas manifestaciones sociales a lo largo del país. Tras ello, el gobierno acogió la Ley Antiterrorista en innumeradas ocasiones a los sectores más radicalizados de los movimientos en protesta, transformando un conflicto social y político en un problema de seguridad policial.
Michelle Bachelet, en su segundo mandato, con total misterio se decidió finalmente viajar a La Araucanía a fines del 2015, dos años después de asumir la presidencia. Nadie sabía de su travesía más que su equipo, y la mandataria no encontró mejor ocasión para anunciar su plan cuando ya iba rumbo a la región en el avión de la FACH. El más sorprendido fue el entonces Ministro del Interior Jorge Burgos, quien literalmente de enteró por la prensa del hecho. Ante ello, el ex ministro no tardó en manifestar su descontento al actuar de la presidenta, donde también aclaró que logró hablar con Bachelet y todo se resolvió para no repetir otra vez.
En el transcurso de su estadía, se dedicó a conversar con comunidades mapuche y gremios locales, e inauguró un hospital de la región. Pero, tras ello, se encontraría con la renuncia de Jorge Burgos, donde tuvo que asumir el puesto Mario Fernández.
En total, la ex presidenta aterrizó en La Araucanía cinco veces, sin mucho éxito en sus propuestas. Más que despejar dudas y afianzar lazos, se reafirmo la idea de la opinión pública que sostenía la falta de liderazgo e indecisión del Gobierno al abordar la violencia rural y la deuda histórica del Estado chileno con el pueblo mapuche.
Piñera, sin quedarse atrás, también visitó La Araucanía, pero sus aportes se resumen a inauguraciones de edificios, discursos públicos y armamento policial. En su primer gobierno sostuvo la gira nacional Bicentenario, donde llegó a Melipeuco en Agosto del 2010 para inaugurar el edificio municipal. Allí, también entrego detalles sobre el Plan Araucanía, un conjunto de medidas para buscar el desarrollo de la región y que contempló propuestas para los pueblos indígenas de la zona. También aprovechó de almorzar con un grupo de lonkos de diversas comunidades indígenas, pero no se acercó a la cultura más que eso.
Para el año 2012, el presidente enfrentaría el punto de inflexión entre la turbulenta relación del Estado chileno y la comunidad mapuche. Ese año se efectuó el asesinato del matrimonio Luchsinger-Mackay en la comuna de Vilcún, que como resultado condenó a 18 años de cárcel al machi Celestino Córdova, además de conmemorarse 5 años del asesinato de Matias Catrileo. Frente a ello, Piñera toma rumbo a la región a inaugurar una oficina del área de Desarrollo Indígena en la comuna de Ercilla, donde no fue bien recibido. El evento se vio interrumpido bajo constantes amenazas por parte de manifestantes, donde el mandatario declaró ofuscado: “No voy a permitir que un puñado de delincuentes que se sientan con el derecho de atentar contra la vida de sus compatriotas y que se sientan con el derecho de atentar contra gente humilde, prevalezca”, agregando que sus propios consejeros le advirtieron no visitar la zona hasta que se calmen las aguas.
Para su segundo mandato, el ex presidente se concentró en mostrar mano dura. En 2018, Piñera aterrizó en La Araucanía con toda su artillería a presentar el Comando Jungla, “policía antiterrorista” que supuestamente se dedicaría a reforzar la seguridad en las 3 regiones en conflicto: BíoBío, La Araucanía y Los Ríos. Sin embargo, el proyecto no trajo más que denuncias de abuso y violencia policial contra el pueblo mapuche, alcanzando su límite con el asesinato del comunero Camilo Catrillanca por parte de dicho conjunto policial. En consecuencia, la autoridad de Carabineros y el Comando Jungla perdió toda fe, y las manifestaciones no se hicieron esperar. Es por ello que el entonces presidente, haciendo caso omiso a las demandas sociales detrás de las manifestaciones, aumentó la represión policial y con ello la violencia en las calles.
Tras dos años de la polémica, en Noviembre de 2020 llegó nuevamente el presidente a zona araucana para reunirse con gremios, dirigentes locales y con la viuda del cabo de Carabineros Eugenio Naín, asesinado por desconocidos en la localidad de Padre Las Casas un mes antes. Lo particular de esta visita fue el anuncio de la figura de coordinador para la Macrozona Sur, quien se haría cargo de los problemas de seguridad en la región. Sin embargo, el Jefe de Gobierno se reservó el nombre de la persona a cargo, lo que gatilló en críticas por parte de su propio sector, donde se decía que no basta con simplemente describir el puesto, sino que este debe ser representado por alguien necesariamente al instante de ser anunciado. Cuatro meses después asumió el cargo Pablo Urquizar, asesor de RN.
Para Junio de 2021 se concretaría la última visita del presidente a La Araucanía, anunciando mejoras en la región por el Plan Impulsa y una importante inversión que se vería reflejada en un despliegue de la red 5G, la modernización del Tren Victoria-Temuco y la implementación de buses eléctricos en el transporte público, los cuales se supone estarían en funcionamiento para 2022, pero ya estando casi a fin de año aun no hay luces de eso. En esa misma ocasión, fue parte de la “inauguración” del puente Treng Treng Kay Kay que, curiosamente, no estaba listo para esa fecha.
Las visitas de Piñera se abanderaban de promover la paz y el desarrollo en la región, sin embargo, como resultado la comunidad vió sus calles llenas de militares y armamento de guerra. Más allá de cumplir un rol pacificador, cumplió un rol provocador y “solución” parche al no ser una propuesta de diálogo sino de represión policial.