Los festejos comenzaron durante la época colonial e inicialmente tenían un sentido religioso, los que fueron cambiando especialmente en el siglo XX.
Este domingo se celebrará una nueva Navidad, fecha en donde el mundo cristiano conmemora el nacimiento de Jesús, en un hito cultural que marcó a Chile desde la época colonial y que se fue modificando especialmente en el siglo XX, con la llegada de nuevos elementos como el Viejo Pascuero.
Leonardo Carrera Airola, académico de la Licenciatura en Historia de la Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar, explicó que la fiesta llegó a nuestro territorio con el arribo de los conquistadores españoles, que importaron la celebración directamente desde Europa.
Al conmemorar uno de los misterios centrales de la fe cristiana, la Navidad se constituyó en una de las fiestas religiosas más importantes del tiempo litúrgico dentro de la Europa medieval.
De esta forma, al igual que en todo el Viejo Continente, la celebración de Navidad arraigó en España, siendo motivo de diversas expresiones artísticas (como, por ejemplo, la pintura, la música, la poesía, el drama y los retablos), al mismo tiempo que, con su reiteración anual (atravesada por el boato y por un conjunto de ritos), daba pie a una atmósfera o tonalidad peculiar que rompía con el curso ordinario de la existencia, propiciando un desborde del sentimiento religioso y una participación activa de todos los fieles durante la festividad.
De aquella época provienen símbolos tradicionales que permanecen hasta la actualidad como la instalación del pesebre, el cántico de villancicos, representaciones escénicas sobre el cortejo de los pastores y los reyes magos, entre otros.
La Navidad colonial
Carrera Airola explicó que “a modo general, la tradición navideña tenía un marcado sentido religioso. No podría haber sido de otro modo en una sociedad profundamente condicionada por la connivencia que se había fraguado entre la Corona española y la Iglesia católica”.
El profesor mencionó que la Navidad no se reducía a una fecha en particular, sino que, como parte del ciclo temporal del tiempo litúrgico, formaba una sola unidad con el adviento (en la actualidad esto sigue siendo así, pero con la gran diferencia de que no afecta la vida diaria del grueso de la cultura occidental).
“Esta pequeña cuaresma, como la denominó el padre Gabriel Guarda (1928-2020), estaba compuesta por las novenas del Niño Jesús, las veladas y villancicos que, en conjunto, disponían el corazón de los fieles y suscitaban en su ánimo un sentimiento de expectación por la Navidad, culminando con la festividad propiamente tal”, destacó.
El padre Alonso de Ovalle (1603-1651) en su Histórica Relación del Reyno de Chile (1646) ofreció las primeras señales sobre las celebraciones navideñas en el territorio nacional. El autor narró con cierto detalle las procesiones que se efectuaban con motivo de esta festividad, específicamente aquellas que tenían lugar “el día de la Epifanía y Pascua de los Santos Reyes Magos”, oportunidad en la cual un conjunto de andas tenían la misión de transportar “todo el nacimiento de Nuestro Redentor”.
Además, la religiosidad popular chilena tenía un carácter mariano (de devoción hacia la Virgen María) muy pronunciado (otra herencia de España), el cual hallaba en la festividad de Navidad una ocasión propicia para poderse manifestar. Las cantoras y los huasos, por ejemplo, en sus villancicos sobre la Sagrada Familia, solían dirigirse a la Virgen llamándola familiarmente “Mariquita” o “Comaire María”.
Transformación de la fiesta
La tradición navideña occidental se consolidó incluso después de la independencia de Chile, ya que el recién formado Estado mantenía un estrecho vínculo con la iglesia católica.
“En tal sentido, cabe recordar que Chile fue un Estado confesional hasta la Constitución de 1925, de modo que no resulta antojadizo afirmar que, desde sus mismos orígenes republicanos, la Navidad se haya experimentado como una verdadera fiesta nacional”, precisó el académico de la Universidad Andrés Bello.
Con el correr de las décadas y de los siglos, lo que terminó cambiando fue el imaginario social detrás de la Navidad, la forma en que la sociedad piensa, vive y representa esta festividad. Desde allí llegaron elementos que eran ajenos a nuestra realidad como Santa Claus -quien fue adaptado como el Viejito Pascuero- y el pino nevado, los que se impusieron especialmente en el siglo XX.
“A partir de entonces, lenta pero progresivamente se ha ido pasando de la fiesta del Niño y de los niños a la fiesta de los adultos, de la adoración a Jesús recién nacido a la cena familiar, de la Nochebuena al pretexto comercial”, comentó Carrera.
El académico añadió que “durante toda nuestra existencia republicana la Navidad ha sido una fiesta nacional, pero dinámica y no unívoca, ya que su carácter sagrado se ha secularizado, elocuente expresión, a nivel micro, del curso macro y general seguido por nuestra civilización cristiana occidental, si es que aún cabe concebirla y llamarla de ese modo”.